La edad media:
Hiperrealismo inverosímil Valle-inclanesco.
Mérito. El hecho de
compaginar tres tipologías de texto, con sus voces y sus estilos determinados a
lo largo de toda la novela tiene mérito. El autor confecciona tres historias
entrecruzadas a través del tiempo, usa un estilo característico –coloquial,
desenfadado y agresivo–, y elementos como la prosa rítmica –figuras de
repetición como el polisíndeton o la repetición de fragmentos a lo largo de la
obra – y como la denominación de los personajes a través de iniciales,
apellidos o sobrenombres. Se trata de una novela original desde varios puntos
de vista: el modo de abordar los temas de un modo tajante, sin rodeos, sin
censura y casi con rudeza, la estructura de las tres voces que casi interactúan
entre ellas…
Si pudiera definir esta novela, diría que responde a algo así
como al hiperrealismo inverosímil. Si
bien son términos que contrastan, se le puede encontrar sentido a su unión.
Aunque la narración y la descripción son minuciosas, aunque todo lo que se
describe puede ser, desde un punto de vista objetivo, real (y puede ocurrir en
la vida real, y ocurre), los temas que
se abordan en la novela se presentan hiperbólicos, exagerados. Quiero pensar
que este hecho se debe, en gran parte, a mi perspectiva personal de lo que es
la adolescencia. Nunca ha habido a mi alrededor una juventud con tanta
tendencia al sexo duro, en especial al sexo oral gratuito –que por cierto, en
la obra solo las chicas practican con toda predisposición–, a las violaciones
sin repercusión ni a las grandes fiestas que destrozan las casas de los padres.
Esta distancia entre la juventud descrita en el libro y la que
yo he visto, y junto a la que he crecido, me ha provocado una gran sensación de
inverosimilitud. El libro muestra la peor parte de la juventud de los años
noventa a través de la deformación de la realidad. Se presenta el sexo como
algo sórdido, desnaturalizado y duro, como una herramienta para hacer daño a
los demás y para controlar la situación: quizás un modo de sentir que se
controla algo, ya que el futuro, que
es lo que inquieta a los personajes en todo momento, es incontrolable.
Las conversaciones entre Nachito
–el coso– y Julia –la cosa– aportan dinamismo a la novela,
pero pueden llegar a ser enervantes, del mismo modo que la denominación de los
personajes, con sus iniciales, apellidos y sobrenombres. Las conversaciones de
chat entre Julia e Ignacio son repetitivas, cursis, muestran una relación que
siempre aspira a más pero que está totalmente estancada, siempre con sus besitos
en la mejilla y planeando un futuro juntos que nunca llega.
Apelando al anteriormente mencionado sexo desnaturalizado y
embrutecido, en esta novela es totalmente normal
que una chica de dieciocho años se presente en un local a las tantas de la
noche, sola, y que mantenga relaciones sexuales con un desconocido a los cinco
minutos de haber entrado. También es normal
la pederastia, el sexo desenfrenado en los baños de un instituto entre alumnos de
dieciséis y diecisiete años. Todo es normal.
Esta visión tan distorsionada, tan deformada e incluso degradante
de la juventud nos puede conducir a un estado de malestar que quizás forme
parte de una estrategia, que quizás forme parte del objetivo del autor:
suscitar emociones, aunque sean negativas. Una novela que es capaz de hacer
sentir –ya sea alegría, diversión, o incluso aversión– no es cualquier novela,
es arte. Estoy segura de que a través de la deformación de la realidad, que a
través de la visión grotesca de la misma –en un marco hiperrealista, de nuevo –, el autor ha tratado de llegar a su
esencia, con una clara influencia de la técnica del esperpento de Valle-Inclán:
María Rodríguez Gutiérrez