martes, 22 de julio de 2014

Libro 4: AUTOPSIA , de Miguel Serrano Larraz

         
Tiempo granulado


          El primer libro que he leído este verano, en mayor parte en el tren,  es Autopsia, de Miguel Serrano Larraz. El libro, publicado por la selectiva editorial Candaya, data el año 2013, y narra los recuerdos y pensamientos del protagonista, un joven zaragozano, de un modo natural y realista.

        
¿Qué me llevó a querer leer Autopsia


Debo decir que he cogido este libro con muchas más ganas que otros libros que haya leído en los últimos diez meses. He terminado bachillerato con la sensación de haber hecho bien las cosas, de haberle sacado partido a mis horas. El caso es que durante el curso casi no he tenido tiempo para leer libros escogidos por mí. Debido al programa de selectividad, he tenido que seguir muchas lecturas de varias asignaturas a la vez, cosa que ya me ha costado bastante. Pero una vez terminadas las pruebas de acceso a la universidad, pude coger Autopsia con la sensación de tener todo el tiempo del mundo. ¡Fuera la sensación de obligación! A leer por amor, a leer por gusto. ¡A leer porque sí, porque me da la gana!



         También es importante el hecho de haber conocido al autor, a Miguel Serrano. En algún punto del primer trimestre, mi profesora de literatura castellana, Olga, vino muy contenta a clase y nos dijo “Tengo una sorpresa para vosotros.” Poco antes de que “la sorpresa” llegara, nos dijo que se trataba de un escritor, y que podríamos hablar con él. Me brillaron los ojos. De pronto, una euforia atravesó mi cuerpo, y no pude dejar de sonreír para mí misma. Ya me han dicho varias personas que veces me emociono “demasiado” para su gusto. ¿Pero qué sería de mí sin la ilusión por las pequeñas cosas? ¿Se estará expandiendo una indiferencia general entre los adolescentes?

          Me importó poco que casi nadie compartiera aquella sensación. Es curioso (o evidente que alguien ha estado huyendo de las matemáticas) que en mi antigua clase, todos “de letras”, solo fuéramos dos chicas las que nos interesamos por la escritura.

         Bien. Punto y final. Como este es mi blog fantasma, me he permitido hacer una introducción bastante personal y quizás algo extensa. Ahora hablaré del libro.
        
         No pienso comenzar este escrito del modo típico. Así que empezaré por aquí: Tenemos a dos Migueles. Por un lado, al Miguel escritor, tierno, dulce, aparentemente o inicialmente tímido. Ha publicado tanto narrativa como poesía. Este libro, Autopsia, ha sorprendido a jóvenes y adultos, y ha lanzado al escritor zaragozano a la fama literaria. Por otro lado tenemos al Miguel arrepentido y reflexivo, el protagonista de la obra. Mientras uno va leyendo, es inevitable preguntarse qué grado de realidad  hay en la novela. Me gusta la idea de que suceda esto. En un futuro, yo misma quiero ser escritora, y me pregunto si mis lectores se preguntarán qué es real o no de mis novelas, y si me juzgarán por ello.

         El Miguel de la obra va pasando, de capítulo en capítulo, por varios momentos de su vida. Con el denominador común de la violencia, recorre su infancia (Laura Buey), su adolescencia (palizas callejeras) y su llegada a la madurez (muertes). Los capítulos no siguen un orden cronológico, sino que se van alternando. Debo reconocer que al comenzar el libro me sentía un poco desorientada, hasta que me introduje en la historia y empecé a reconocer a los personajes.

         El estilo de Miguel Serrano es natural, espontáneo. La lectura es comparable al propio pensamiento. Las palabras fluyen, caen, lo que hace que la lectura no se vuelva tediosa. Da la sensación de estar en la mente de un hombre cuyas ideas se entrecruzan. ¿Acaso nuestros pensamientos siguen un orden lógico o lineal? Los recuerdos del protagonista se desglosan en la obra, y nos reta a que sepamos relacionarlos y a encontrarles su punto común: la violencia.

          Además de la naturalidad, me siento tentada a describir la obra como hiperrealista. Sé que el término “hiperrealismo” se aplica a la pintura por encima de todo. En este caso, la pintura es la imaginación, pero el lienzo es la tierra, el mundo real. Pero, habiendo leído obras realistas, Autopsia me parece dar un paso más allá. Me ha dado la sensación de leer por primera vez un libro que parte de una realidad más verídica que la realidad en la que creo vivir.  Mi profesora de literatura siempre dice que la ficción siempre parte de la realidad. Miguel Serrano ha inventado situaciones, nombres, datos en Autopsia. Basa este conjunto innovador en lo real, lo que me hace pensar que el libro, hecho de papel, pone los pies en la tierra más que yo misma, que soy de carne y hueso. 


        
          Aunque en la contraportada está escrito que Miguel es “un joven obsesionado por una oscura acción de su pasado: el acoso a una compañera de colegio, Laura Buey [...]”, no creo que ese sea el eje central. Es más, lo más probable es que no haya un eje central. Tampoco creo que la obra trate el arrepentimiento de Miguel por haber hecho bullying a una muchacha en la escuela, ni la importancia por haber sido golpeado por un grupo de skinheads. Tampoco creo que trate las emociones provocadas por la distanciación con sus padres, o por haber cortado con su novia de toda la vida. Creo  que esta serie de situaciones son herramientas para un fin que ni el mismo autor tenía claro al inicio de la redacción. No puedo adivinar el objetivo de Autopsia, pero sí que puedo hablar de la reacción que me ha causado a mí; una simple estudiante con mucha vida y con mucha literatura por delante. Miguel, la impresión que ha causado tu libro sobre  una simple estudiante con mucha vida y con mucha literatura por delante es esta: me gusta que no lo des todo masticado. Vas dejando información. Un poco allí, un poco allá. Eres selectivo y gradual. El lector debe estar atento, ligar cabos, pensar, recordar. Eso es exactamente lo que has hecho tú mismo a lo largo de la redacción de tu obra: pensar y recordar. Te diría que también inventar, pero digamos que el hecho de recordar ya tiene su punto de imaginación.  Por otro lado, has apaciguado mi “miedo” a las descripciones, debido a haber leído en mayor parte libros con diálogos constantes.

         He de decir que el último capítulo, el 76 me ha hecho pensar en el paso del tiempo.
 “Yo ya no soy ese niño sino el adulto que trata de captar ese momento, de recordarlo o recuperarlo.” /  “Todo se desvanece”.

         También he pensado en las muertes. En Sara Rodríguez, en Hans. En la cena de antiguos alumnos y sus cambios. He recordado una escena real que viví, muy parecida a la escena de la novela en la que, en aquella misma cena, uno de los ex alumnos echa a llorar, y todas las mujeres se le acercan para consolarlo. He vuelto a ver la hipocresía de aquellas personas que tratan de consolar a alguien vulnerable por el mero hecho de ser consideradas “buenas personas”. Los consuelos se reciben de la gente que te quiere. El que no te quiere, trata de convencerse de que consolándote será mejor persona, pero eso solo acrecienta y alimenta su egolatría.

         En menor grado, con la lectura de la última página, pienso en el karma, en la cosecha.

“Vuelven a pasar a nuestro lado y esta vez Pilar lanza un codo hacia mí y me golpea en la espalda. No me hace daño, pero me siento humillado, vulnerable.”

         El elemento descriptivo, aunque pesado en otras novelas que he leído,  me parece muy interesante en esta obra. Al principio debí desacostumbrarme de una lectura llena de diálogos. Pero pronto descubrí que la descripción de situaciones aparentemente triviales son los granos de arena del reloj del tiempo de Miguel. Estas situaciones configuran el paso del tiempo del protagonista,  y causan inquietudes y preguntas en el lector. ¿Quién era exactamente la Niña Muelle? ¿A qué viene su nombre, y el de Mensajero? ¿Llegó a creer Miguel a Juan Luis? Es más, ¿es Juan Luis el prototipo del fracasado en la obra; mientras que Hans es el ganador glorificado? Miguel sería el tipo que observa, recibe y vampiriza. ¿Hay un objetivo oculto en el hecho de dar información inacabada? Me gustan las dudas, Miguel.

         A modo de breve conclusión, diré que este libro me ha aportado un mayor grado de realismo en mi propio mundo real. Ha sido una buena lectura, una buena experiencia que pienso repetir en unos años para comparar mis impresiones actuales con las futuras.

         Veo que para ser un buen escritor, no es necesario maquillar las palabras ni hacer que la lectura sea bella, sino que lo importante es que al abrir un libro, se abran nuestras mentes.

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